Además de oxigenar las ciudades, desde siglos los parques han sido el lugar preferido por millones de parejas en el mundo. Creo que todos estaremos de acuerdo en que la mayoría de las primeras citas románticas se llevaron a cabo en un parque, principalmente las del primer amor.
A esa edad y aún hoy en día para muchos, un parque sigue representando un lugar secreto, un amigo cómplice de nuestros sentimientos. Porque queramos admitirlo o no, sobre todo el primer amor, se vive con tal intensidad que pocas veces se compara con el amor que llega después. Y es que cuando se ama por primera vez, la imaginación y fantasía nos rebasan porque no hay más histórico en nuestra corta vida que los amores de película que hemos visto.
En este contexto, los parques asumen el rol de actores secundarios en la mayoría de las historias románticas: Senderos largos, árboles frondosos, bancas al paso, en algunos casos puentes o lagunas artificiales y también encontramos parques a orillas de los ríos. Y en cuanto a la iluminación, los parques nos reciben casi siempre con pocas farolas y aun cuando haya muchas, solo iluminan tenuemente como no queriendo despertar la magia del lugar. Si los visitas en primavera o verano, este escenario es aún más romántico porque se suman las estrellas o la luna para hacer que cada vivencia sea inolvidable.
Pero lo cierto es que el encanto de los parques lo ponen los protagonistas y sus historias: Es decir todas las parejas y seres iluminados por el amor. Sin importar la estación o si el parque es famoso, somos nosotros quienes damos vida a cada parque. Me he preguntado también muchas veces si los árboles pudiesen hablar ¿Qué dirían? ¿Serían acaso los ganadores del premio Nobel en literatura o del Oscar de la Academia por contarnos las historias más románticas y sentimentales?
A propósito de arte, el otro día que estuve en una exposición “De Degas a Picasso”, así se llamaba la muestra itinerante del Museo de Johannesburgo en Turín, vi una pintura de una mujer que capturó mi atención. Ella estaba ahí, en un parque y no sé porque sentí que ella era parte de una historia de amor. Este segundo de conexión hizo revivir en mi la idea de escribir este artículo sobre los parques.
Regresando a la mujer de la pintura. Estaría acaso esperando al pintor que no se atrevió a llegar a la cita y se conformó con contemplarla de lejos y eternizarla en ese instante dejándola detenida en aquel parque? Preferiría pensar que al igual que yo simplemente pensó en plasmar la inmensidad del amor de aquella mujer enamorada a mitad de camino… dejando su historia en suspenso o a la imaginación de un espectador curioso… ¿Cuántos amores anónimos habrán llegado a encontrarse y cuantos no … en un parque? ¿Cuántos habrán logrado declarar su amor y otros tantos se habrán dicho adiós? Pienso también por supuesto en las parejas que se conocieron o declararon su amor en un parque y hoy siguen juntas con su final feliz.
En esta banca donde ahora mismo estoy sentada ¿Cuántos corazones seguirán latiendo y cuantos otros rotos se habrán quedado aquí a mi lado esperando a su amado o amada que nunca llegó? Las respuestas sin duda las tienen los mismos protagonistas de besos y abrazos, enamorados anónimos que sintieron mariposas al decir o al callar un te quiero. Pero de seguro nuestros amigos cómplices, los parques, saben también lo que realmente pasó.
¿Y tú tienes alguna historia de amor en uno?
¿Qué opinas?